Actualmente, según viene establecido en la LOE, los centros
educativos, tanto de enseñanza primaria como secundaria, ponen en
práctica el llamado "plan lector": desde
todos los departamentos se implica a maestros y profesores para
desarrollar una especie de itinerario de varias lecturas obligatorias
en sus materias, cuyas referencias vienen establecidas en sus
programaciones anuales.
Este
hecho, que nos parece muy novedoso, no lo es en absoluto. M. Fabius
Quintilianus, ya en el primer siglo de nuestra era, nos ofrecía una
serie de recomendaciones bibliográficas para todo aquel que quisiera
convertirse en un buen orador. El libro décimo de su Institución
Oratoria, dedica su primer capítulo a presentarnos los
mejores referentes en las letras griegas y latinas, de lectura
prácticamente obligatoria, citados según el género en el que
florecieron y por orden de importancia. Por supuesto Quintiliano
confiesa que este orden lo ha establecido según su propio juicio, es
decir, cargado de subjetividad; y, a su vez lo justifica
argumentando que existen muchos otros autores y posiblemente también
con muy buenos trabajos, pero él se limita a hacer una selección de
unos pocos, pero procurando que sean los mejores: paucos
(sunt enim eminentissimi) excerpere in animo est.
He estado ojeando la edición latina comentada por
Miguel Dolç publicada en el 1947 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Nuestro autor reconoce que su
tecnicismo retórico es árido y que la lectura de su libro puede
resultar aburrida. En mi opinión es cierto que en algunos pasajes me
he quedado algo atascada, en cuya situación me ha socorrido la
edición traducida al español de los padres de las Escuelas Pías
Ignacio Rodríguez y Pedro Sandier, publicada por la Biblioteca
Clásica, en 1916.
Ha sido una lectura bastante estimulante y provechosa,
sobretodo por mi especial interés acerca de la opinión que le merecían a
Quintiliano los autores romanos, a los que no sitúa con desventaja respecto a los autores griegos: ("...") En cambio, la historiografía (romana) no es inferior a la de los griegos.
Y no vacilo en contraponer Salustio
a Tucídides, y no lleve a mal Heródoto si es igualado a Livio.
Sin lugar a dudas, su favorito, parece ser Cicerón, pues nombrarlo parece ser sinónimo de elocuencia misma: "... Cicero iam non hominis nomen sed eloquentiae habeatur"
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